el lado activo del infinito

viernes, 9 de octubre de 2009

El camino de los huesos.

Las nubes abren una grieta y por allí se asoma el sol, ¿Seré quien creo ser? me pregunto y no me contesto, mi bestia se pierde en la anchura de la avenida desierta. Y el sol pega fuerte, pero solo por un instante. Me ciega más fuerte su gris de ciudad derruida, de fábrica maltrecha. Y entonces me pregunto ¿de qué se viste hoy Pompeya? Me pregunto y me contesto: De nada y de todo, de todo que se sufre, de nada que remedia. Un tango olvidado y los tiempos cambiados. Mi suerte no es la misma, mi rostro tampoco; el miedo aprisiona mil almas que se funden en el misterio de su inmediato destino y el puente bello, pero incierto, nos conduce por las fauces del nauseabundo cuenco que se prolonga indiferente y olvidado, maloliente y putrefacto. “Sur, paredón y después”. Homero, mi querido Homero, poeta del recuerdo, amigo que nunca fuiste; ¡si vieras ahora el escenario del desconsuelo y el afán por las almas perdidas! “Sur, paredón y después”. Las miradas se pierden satisfechas en un efímero placer de un mito superficial; pero ya nada es lo mismo y el olvido no ha traicionado y ha hecho olvidar, mas perecen subterráneas las vías para no repetir y solo, por un instante, recordar.

Solo me bastó llegar y cruzarte la vía, verte apretada, pequeña. Verte encolerizada por la venta ambulante, verte sonriente y triste a la vez. Transitada y dejada, retomada, llena de amores, llena de alas enjauladas, de placeres, de alambiques brillando en la oscuridad. Calles de Tango, de pasión, de arrabal, de sentimiento vagabundo, de amores lejanos, de secretos olvidados. Rica y pobre.

Perdidos por perdidos nos perdimos en la Perito Moreno, y más desierta que las demás avenidas, nos zambullimos a cruzarla, pero cada paso por su piel, era una hazaña, una puta osadía que se revelaba en diagonales. Y como si una lluvia de truenos hubiera pasado por allí, la vimos rota por doquier. Y como un tesoro oculto, la vimos sin nadie alrededor. Y como un humilde testigo fiel, vi su corazón bajo el asfalto, vi su arcángel destronado de ponzoña. Vi, siento que vi. Sé que se levantará Pompeya, sé que será prosperidad como lo fue. Allá, en algún tiempo… por allá. Y cuando esto suceda será el fiel reflejo de una esperanza que hoy duerme, silenciosa, sedienta de ser. En el presente extendemos estas palabras a modo de acaricia; así acariciamos sus murales, sus polígonos de adoquines, sus casitas pintorescas y su cosmopolita singularidad. Enciendo mi llama misteriosa y perdura un enigma en mi corazón que no intento comprender, algo dentro mío se fisura y me suscita irremediablemente, siempre a volver.

1 comentario:

Nat dijo...

lindas pinceladas para un retrato de Pompeya! beso