el lado activo del infinito

domingo, 5 de diciembre de 2010

Los gritos de la muerte

¿Se encuentra usted bien?
¿Y por qué habría de estar mal?
No lo sé. Lo veo muy callado.
Estoy pensando, sólo eso. O acaso vos no pensás.
Si, pero...
Entonces dejame pensar tranquilo.
- La agresividad con la que habíamos amanecido me sorprendió.
Si bien la hostilidad o la fanfarronería eran parte de su
carácter, era incuestionable la gratitud con la cual se
dirigía hacia mí generalmente. Tuve una gran perturbación. Él era mi
única companía y a la vez, mi mayor obstáculo. La rigidez
y la densidad del silencio y su mirada, me provocaba una profunda incomodidad.-
No podés pasar un segundo sin sufrir eh?
¿Qué?
Lo que oíste.
No oí nada.
Sí que oíste. Pero como pasa en cualquier momento ingrato o desdichado
de tu vida, preferís no oír.
¿Qué quiere decir?
Sólo eso. La incapacidad que tenés tanto vos, como la mayoría de los
seres humanos, de no escuchar lo que se dice a gritos.
¿Y qué es lo que se dice a gritos?
Que la muerte toca tus talones.
¿Usted me está amenazando?
- Ni bien terminé de formular mi pregunta (impulsiva), no hizo él,
más que retorcerse de la risa; acaso corrieron lágrimas por sus
mejillas mientras tomaba su estómago con las manos.-
Querido, querido. A veces no sé si hablas en serio o en broma. Mira que
que me has hecho reír eh?
Cuando vine desde el Perú hasta estos lugares, nunca creí lo pequeño
y débil que me me sentiría. Verás, pues, cuando arreaba chivos desde
un lado para el otro, y rodeado de esas bellas montañas verdosas y
matizadas de grises, creía verdaderamente que yo era un muchacho
afortunado. Casi rey de todo lo que podía conocer, experimentaba una
sensación bellísima. - tomó un trago de agua, tragó con fuerza y recogió
aire para seguir hablando - Una sensación de vida eterna sólo comprendida
por mi madre y uno de mis hermanos. Solía tener una vida rutinaria, pero
bien paga por placeres que seguro vos desconoces.
¿Cómo cuales?
Y... pongamos un ejemplo: cuando vos te ocultas y protestas por la lluvia,
yo a tu edad, bailaba contento y disfrutaba de su caricia como un milagro.
Para entonces yo creía tener un "destino" determinado, pero nunca dudaba ni quería saber
qué era lo que había detrás de esos valles y esas montañas. Mi vida como era,
era lo que era, y estaba bien.
En un invierno crudo, a toda la población en la que yo vivía, nos azotó una terrible
tormenta.- movió sus manos y dibujó en el aire diversos garabatos -
Las pérdidas y los accidentes fueron estrepitosos. A mí me tocó
perder a mi familia, y no quedé más que solo y pobre. Ya sin nada.
No entontré refugio, ni consuelo ni compasión. Era inconcebible para mí
que eso pasara, mi destino era el de un campesino tranquilo y buenaventurado.
La desgracia que pesaba y no podía tragar, me llevó a la derrota y deambulé
por diferentes pueblos del sur borracho de cervezas y mendigando comida o
dinero. ¿entendés por dónde voy?
Creo que sí.
El destino era el destino y nada podía hacer. La soledad, como única
compañera sólo susurraba el nombre de la muerte. Sin embargo, ese
susurro no era sino, el eco de los gritos que un tiempo atrás no
supe escuchar. Me había convencido de que ese destino no era para mí
y sólo tenía como salida la muerte.
¿Y cómo se dio cuenta de que ese no era su destino?
Porque no había tal cosa.
¿Cómo dice usted?
Otra vez te hacés el sordo. ¡Lo que escuchaste! no había destino.
Destino era en realidad mi límite, todo aquello que estaba a mi alcance
y protegido por las montañas y los valles eran mi destino, que equivale
a mis límites. Tener destino significaba resignación; aceptar la realidad
como un canal ineludible y jamás hacerse cargo de los gritos. Mi nuevo
destino reforzó mi idea de mundo y me hizo ver más allá de esos destinos.
Comprendí entonces que no era destino lo que determinaba mi vida, sino la
vida misma... ¿comprendes?
Creo que...
Pongámoslo así: la muerte me gritaba una y otra vez lo frágil que es el
destino en realidad. La muerte dice que hay sólo un destino posible en la
vida y es morir. El resto es vida, y nada más que eso. El morir es destino
porque es lo único ineludible, el límite más grande. La vida, en cambio,
es diversa e infinita de posibilidades; ponerle destino es sinónimo de
ponerle final a la cantidad de posibles caminos a elegir.
Es muy lindo lo que dice ¿pero qué tiene que ver esto con nosotros ahora?
Callar es mi decisión ahora. Si vos supieras que no tienes destino,
no te perturbaría nuestro silencio, porque sabrías que puedes elegir. Si
la muerte me tomaría por sorpresa ahora, el silencio posterior te perturbaría
de verdad. Si sabes escuchar los gritos de la muerte sabrías que hacer.
¿Y usted pude oír a la muerte en este instante?
Si, por supuesto muchacho.
¿Y qué indica?
Que grites. Que grites como nunca lo has hecho en tu vida.

sábado, 4 de diciembre de 2010