el lado activo del infinito

lunes, 13 de abril de 2009

Sobre un manto de estrellas una historia te contaré II

Antes de dormir escribió en un árbol sostenido por fuertes raíces: "¿Seré yo mañana al despertar?" y bostezó abriendo la boca de tal tamaña manera, que cabría allí un panal de abejas. Y fue arropada por su arrugada abuela, cuya cara se plegaba como un fueye al sonreír, poco llano en su textura. La anciana sonrojada maldecía los mosquitos, pero a su nieta, poco le importaba; había tenido un viaje largo de regreso, más largo de lo que esperaba. La abuela, orgullosa de una princesa de párpados mágicos, extendió dos alas cubiertas de plumas blancas y en línea recta voló por la ventana. La princesa dio un salto y comprendió lo que había sucedido, "lo mismo que sucede cada noche". Las plumas que quedaron flotaban sobre su cama cayendo lentamente como si se deslizaran por cerros de algodón. Las plumas hacían su espectáculo alrededor de la risueña princesa, y se dio cuenta que el aleteo de su abuela la había despavilado. El polvo estaba disperso por el aire de la habitación: "mi abuela es tan hermosa". Observó tímidamente la ventana por donde el octogenario angel supo partir. Y se asomó a mirar la noche. La luna le guiñó el ojo y la princesa, curiosa aunque algo temerosa siguió las huellas: un camino de plumas que surcaba las brisas de la madrugada. "¿A dónde partirás cada noche?". Y saltó a un techo vecino. Y casi trastabilla en un umbral de tejas viejas. Saltó sobre la azotea de un edificio antiguo y sobre un jardín repleto de espinas penetró su alma hasta el sinfin de los ensordecedores grillos. Caminó unos metros y se topó contra un muro que se elevaba hasta el cielo, un muro de roble reforzado, de pigmentos musgosos. Golpeó para derribarlo y en vano se esforzó. Empezó a palparlo y descubrió un agujero del tamaño de su ojo izquierdo. Miró, pero no dejé verme, le dije que solo hablara. "¿Quien sos?"- me preguntó. Le respondí que eso no importaba, le dije que por más que quisieramos nuestro destino enigmático no dejaría vernos jamás. "¿Quién sabe?"- me preguntó con la voz más dulce que yo había oído. Y le respondí que yo lo sabía. "Pero, ¿por qué estás tan seguro?"-"Porque mi destino es la soledad y nada puede derrocar ese destino". Y ambos callamos unos cuantos segundos. "Bueno..."-dijo ella-"mi destino es encontrarte, y en esta contradicción vamós a romper con las reglas de quien te haya dicho tu destino, veremos si se puede". Reí descorazonadamente al escuchar su inocente propuesta, luego me invadió una infinita tristeza; lloré. "¿Cómo hago para cruzar este espeso muro?"- me preguntó en voz baja. Y sinceramente le susurré que debería volar más allá del azul del cielo, atravesar la cima y descender hacia mí. Pareció reír y me enfurecí, me pidió que me tranquilizara. "En muy poco tiempo caeré en tu soledad"- me dijo y desapareció.
La princesa despertó al rayo del alba con el canto prodigioso de su abuela, que poco a poco le acercaba el desayuno a la cama. Unos ricos mates con bizcochitos. La princesa sentía que no había dormido para nada bien y una molestia debajo de su homóplato no la dejaba en paz. Su abuela estaba en el baño cuando ella terminó el desayuno, se levantó de la cama y desplegó sus alas de plumas jóvenes y blancas. Asustada miró por la venta y divisó el árbol que la acompañaba al costado de su habitación: "¿Seré yo mañana al despertar?". Ya estaba lista para volar.

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