el lado activo del infinito

miércoles, 19 de agosto de 2009

La antigüa Pompeya

Sus caras de barro dejan la impronta de una bestia magma; duermen en la oscuridad posándose en la eternidad junto al dolor, siento una caricia a la distancia y cuando me recordás, un escalofrío me abraza. "Te invito a pasar a mi mundo" fue lo que me dijo cuando las tinieblas nos cubrió y más allá del viento, un susurro dejó en penumbras un día sellado e infinito. Las rutas tomaron el color de su piel y su mirada se prolongó por el espacio y las estrellas, el cuenco hundido de sus mejillas me dejaban hundirme a su más profundo deseo. Los colmillos de mi corazón gozaban a medida que el sol nos pintaba de múltiples sensaciones, un vasto aire de hermandad nos unió y nos liberó de nuestras propias cadenas. El grito al unísono percibí que nos encantó.
Y un día, lo que se dice un día, este día no duró.
Dejé que te fueras o te fuiste y a Pompeya regresaste; allí estaban las estatuas del horror brillando con tus ojos y tu sonrisa, allí posaba de dolor el petrificado rostro del alma herida brillando con tus ojos y tu sonrisa, allí suplicaba el barro dolorhumano que la ceniza no se los comiera brillando con tus ojos y tu sonrisa. Allí, descubriste en la antigüa, pero hermosa, Pompeya, que el fuego de tu luz desgarraba el corazón del pavimento, se tragaba las calles en penumbras y remordían a la historia demostrándoles que solo un volcán iluminaría a la distancia mis pequeños pasos volviendo a casa.

viernes, 14 de agosto de 2009

martes, 11 de agosto de 2009

Lobos

El papel residual que descansaba en la oscuridad, ahora se movía en las esquinas de ensueño; dibujaban las formas del aire y se pronunciaban a través del viento. Tal vez fue mi sensación, o tu mirada se derritió en algún punto invisible. Primero fue el sol quien dibujó esas siluetas desconocidas, luego la luna se encargó del resto, detonaron las risas pese al frío y el desconcierto. Cautivo permanecía el corazón al verte sonriente, enjaulado por el brillo de un par de ojos desiertos durmiéndose, cubierta el alma se acomodaba al zigzagueante movimiento de la maquinaria pesada, cuando los rieles crujían al unísono perdiéndose en el llano verde. Un viento y los mismos recuerdos, tan poco me decía tu voz y tanto me anunciaba tu piel, que solo me bastó hundirme en la tiniebla matinal para comprender la llegada de tu cuenco más preciado. No tardó en bañarte la luz cuando el blanco total se esfumó de nuestros espacios, será que esa nube ciega y predadora se trataba del aliento de los lobos. Lobos que saborearon la mañana menos pensada, generadores de un miedo que me llevó hasta lo más suave de tu mano, lobos de dientes filosos que clavaron su sueño más profundo, lobos al acecho esperando encontrarte, lobos que nos miran a distancia, lobos que hierven tu sangre y que la elevan, lobos que nos comen y nos adentran a su miedo más letal.

Cruzando las líneas muertas de la gran urbe regresamos de la boca del lobo. Adentrados en la caja de los sueños respondimos en silencio a una pregunta que reventaba nuestra queja. Las esquinas desiertas delataban un universo durmiente. El día ya era infinito y activada la bomba quedaría. Varada y a la espera, sucumbió la magia propia de su elixir risueño, y ahora descansa mi recuerdo, viéndola partir mil veces a su hogar; allí, donde el sol hace invisible a la luna.