el lado activo del infinito

lunes, 16 de marzo de 2009

San Cono, la niña bonita y la fiesta.

Quiero hacerme más fuerte, pero traspiro, el guacho mira debajo del dintel y de un grito lo mando a disparar: "¡rajá!". Enfoco como puedo la base del teléfono y veo que el tubo inalámbrico no está. Me aferro al sillón siento que con mis garras desarmo el tapizado, debo contenerme, los rayos que penetran el cielo gris advierten una posible catástrofe, pienso, pero no tanto. Tengo que encontrar ese teléfono, pero, uy, me pica la cabeza, tengo piojos ¿serán piojos?. Uso la tele como espejo, me miro, pero no, es la mugre y los nervios, no nos perdamos, me dije. Hay que encontrar ese teléfono. Revuelvo los sillones, pateo un juguete, me pierdo en el eco de la habitación dormida; solo hay un lugar donde puede estar. Lo encuentro, le susurro como a un fiel amor, acaricio sus teclas y me detengo al fin. La marea alta pasaba de largo y en la brisa nocturna que acariciaba los rastros desesperados de mi corazón, encontraba la oportunidad para descansarme. Soliloquio. Pero... ¿qué pasará?... ¿atenderá?... ¿Qué podría pasar? Una posibilidad: luego de llamarla escucharía una voz enloquecida y caería bajo un ataque de nervios de tal magnitud que correría sin parar hacia algún bosque, allí una bruja llamada maruja la convencería y finalmente la convertiría en miel para el desayuno de algún venado. Poco probable. Sin embago, otro miedo sucumbe como un terremoto en la ciudad. Otra posibilidad: llamo, atiende un familiar no familiarizado con mi voz, creerá que soy un compañero de la escuela primaria al que ha molestado, mufado y humillado durante años. Pensará que el trauma lo llevó a buscarlo durante años hasta encontrarlo justo en un día tan especial. Este familiar desesperado, no quiere preocupar a su familia, de modo que alerta al 911 del suceso, el 911, aburridos un día domingo donde no pasa nada, aceleran sus patrulleros como en una persecución de una película norteamericana. Cruzan un semáforo en rojo, chocan a un mimo a la gorra, un viejo lo ve desde un balcón, la situación le causa un infarto y este cae desde el segundo piso matando a un ovejero alemán quedeliberadamente caminaba persiguiendo una mariposa. ¡no! traería más desgracias. Contemplo al teléfono que despreocupado y taciturno pasa sus días descansando al son de las llamadas. Lo odio con toda mi alma, no puedo hacer nada, me contengo, traspiro, no puedo sostener la situación, debo llamar. No lo hagas. Hacelo. No. Ruedo por el piso, pega mi cabeza contra un sillón y caen sobre mi torso las almohadones. Un radioreloj se enciende: "Que lindo domingo para disfrutar, descansar, para el ocio total... ahora escucharemos bad moon rising de cridens clir-uader revaivol..." y peleaba a muerte por algo que debería hacer, pero que mi otra mitad me impedía... "I see a bad moon a rising..." Ruedo hacia otro costado y aún sé que estoy a tiempo, la perra, creyendo que estoy jugando me embiste queriéndome sacar el teléfono, ahora son dos fuerzas con las que debo luchar, ruedo aún mas y me atrinchero contra una pared. "i see bad times today..."La perra ladra y el gato se suma al misterioso juego que protagonizo. Los intento espantar, pero nada che. Cierro los ojos y apreto los dientes, traigo todos esos hermosos recuerdos a la cabeza, todos todos, suprimo la desdicha, me duelen los ojos de cerrarlos tanto. Los abro. En la habitación no hay nadie, solo una tele prendida y el sorteo de la quiniela; primer premio: el quince. La música ya no está. Che vieja, le pregunto a la vieja, ¿qué es el quince?... El quince es la niña bonita. ¿El tres?... San Cono... Aah... Me levanto del suelo y agradezco que nadie me haya visto. Camino confundido y pregunto por el veinte: ¿Y el veinte? La fiesta.

No hay comentarios: