el lado activo del infinito

viernes, 13 de febrero de 2009

La muerte está tan segura de vencer que nos da toda una vida de ventaja.

La esencia del cazador se olfateaba a distancia. La carne que acariciaba mis huesos se ablandaba en la soledad de un bosque finito; frente a la montaña del hormigón los faroles conversaban sobre las tibias brisas de la noche y al dormir de día, el sol espejaba sus cristales. Lloraban los sabios al no comprender tal tamaña decadencia, la hipocrecía de los mediocres, en algarabías eternas, derrochaban risas indiscriminadas. Ahí nomás, me expulsaron del cielo, como chicharra de un ala volé y mi palma izquierda reiteró su beneplácita confesión: con el tiempo, frente a las caídas y recomposiciones del corazón, solo el manto de una princesa negada le dará sentido a un camino de adoquines rotos y corazones aplastados. Me negué y me negué. Pues no creía en princesas ni en cuentos de hadas, pero la oruga de cada historia vomita mariposas multicolor y gusano amigo, dejarás de arrastrarte para volar al fin. Y como todo vuelo, he de precipitarse hacia la madre tierra que lo ha visto nacer. Serás ciego, porque no verás con tus ojos, serás salvaje porque no usarás tu cerebro, y nunca olvides esto, aunque seguro lo harás, es que si ves el fuego hacia el calor no vueles, amalgamate con el viento y la distancia. Y cuando creas en cuento de hadas, olvidate de ellos, la magia jamás te dejará ir.

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