el lado activo del infinito

lunes, 6 de junio de 2011

Desayuno

Desayuno.
Guerra a la primera hambruna de la jornada.
Paso lento al nuevo mundo;
diversos sonidos de la cocción: la sensación de un volcán a la inversa.
Corazón con color al alba, sonrisa de un día por delante.
La cena de la madrugada.
Alimento como epílogo onírico.
La cofradía de los cielos.
Fuego, migaja, líquido calor: el, ella, yo.
Nosotros o nadie. Desayuno.
Epicentro del humor y revelación de una noche
de bombillas y sombras.
Día para algunos, noche para otros.
Génesis, nacimiento, candor.
Momento de tararear y quejarse;
de bailar, zapatear
de limpiar todo sudor.
Desayuno ¿cuánto más?
vital satisfacción al fluir del alma.
El alimento del recién nacido,
del que se baña de rocío;
es brillo del fin de la noche
y el motor incesante de la prole.
Va y viene para algunos,
que para ni otros ni llega
y sólo comen a falta de otras cosas
brisas mañaneras...
Y me dice del ruidito a frito,
de la pava que hierve, del olor
a las tostadas y el crujir en mi boca
de la galletita multicolor.
Desayuno. Dame de tu núcleo
y tu esencia.
¡Qué suene la radio a medias!
La temperatura, tu hedor, tu beso
para irme más tranquilo.
La ruta amaneciendo,
amarilla, enfriada
bañada.
Esperando el momento,
bañándose sin aliento,
esperando su desayuno.
Que yo salga de una vez
sonriendo,
para tragarme inconsciente
sin temor y sin apuro.