Prosiguió su búsqueda en los principios de la visión, y experimentó en sí misma el efecto de una mirada prolongada a la luz más poderosa en que pudo pensar: el sol. Quedó ciega y en el infinito negro un escalofrío le susurró un secreto, que el mundo a su alrededor se expandía. Jamás sintió elevarse, pero el aroma del espacio confirmaba la llegada a una cima con tanto vacío a su alrededor, que pensó por un momento que no había suelo que la sostuviera. Parecía haber recuperado la vista, sin embargo, cada vez que cerraba los ojos durante algunos segundos regresaba la sensación de la expansión de las cosas. La princesa, sonrojada por la increíble suerte y el desbordado privilegio, acarició esa esfera de color tan vivo y tan cálido. Deslizó su mano por el encrespado cristal caliente de un fuego inofensivo y se sintió en la gloria. Sus lágrimas se desmoronaron de su joven rostro y su frágil mano, enternecía el cuerpo vidrioso de la madre reina que daba vida en tanta oscuridad. Frente al gesto sincero de este ser volador y hermoso, la esfera agudizó su brillo. El mundo y la inmensidad enardecieron como nunca jamás, y descubrió esta hermosa princesa que ese era un gesto de agradecimiento absoluto. Las rutas, las ciudades, los mares, las montañas, las bicéfalas águilas, las huellas, el lodo, las flores, las tortugas de mar recién nacidas… todas las criaturas se vieron rebotadas por un mar de fuego fugaz. Nunca nadie se había atrevido a acariciar al sol. Y esta estrella, sorprendida por una minúscula princesa dejó verse y por primera vez luego de muchas eternidades, habló. La joven alada nunca supo ese secreto hasta que oyó los pensamientos del fuego. “A mi me dicen que soy un sol, pero yo no soy un sol”. La princesa oía una voz que no entraba por sus oídos, la entendía, pero, de dónde provenía, no se sabe, No era un idioma ni un dialecto, ni un gesto. Eran latidos. “Mi verdadero nombre es Cristal ardiente
el lado activo del infinito
sábado, 2 de mayo de 2009
Sobre un manto de estrellas una historia te contaré VI
Prosiguió su búsqueda en los principios de la visión, y experimentó en sí misma el efecto de una mirada prolongada a la luz más poderosa en que pudo pensar: el sol. Quedó ciega y en el infinito negro un escalofrío le susurró un secreto, que el mundo a su alrededor se expandía. Jamás sintió elevarse, pero el aroma del espacio confirmaba la llegada a una cima con tanto vacío a su alrededor, que pensó por un momento que no había suelo que la sostuviera. Parecía haber recuperado la vista, sin embargo, cada vez que cerraba los ojos durante algunos segundos regresaba la sensación de la expansión de las cosas. La princesa, sonrojada por la increíble suerte y el desbordado privilegio, acarició esa esfera de color tan vivo y tan cálido. Deslizó su mano por el encrespado cristal caliente de un fuego inofensivo y se sintió en la gloria. Sus lágrimas se desmoronaron de su joven rostro y su frágil mano, enternecía el cuerpo vidrioso de la madre reina que daba vida en tanta oscuridad. Frente al gesto sincero de este ser volador y hermoso, la esfera agudizó su brillo. El mundo y la inmensidad enardecieron como nunca jamás, y descubrió esta hermosa princesa que ese era un gesto de agradecimiento absoluto. Las rutas, las ciudades, los mares, las montañas, las bicéfalas águilas, las huellas, el lodo, las flores, las tortugas de mar recién nacidas… todas las criaturas se vieron rebotadas por un mar de fuego fugaz. Nunca nadie se había atrevido a acariciar al sol. Y esta estrella, sorprendida por una minúscula princesa dejó verse y por primera vez luego de muchas eternidades, habló. La joven alada nunca supo ese secreto hasta que oyó los pensamientos del fuego. “A mi me dicen que soy un sol, pero yo no soy un sol”. La princesa oía una voz que no entraba por sus oídos, la entendía, pero, de dónde provenía, no se sabe, No era un idioma ni un dialecto, ni un gesto. Eran latidos. “Mi verdadero nombre es Cristal ardiente
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1 comentario:
"...nosotros los humanos le tememos a todo aquello que brilla. Preferimos quedarnos con lo seguro aunque sea gris, de modo que siempre sabemos que ahí, detrás de lo invisible, siempre se esconde un brillo..."
Esta frase me encantó...
Y sigo pendiente... a ver cómo sigue la historia.
Cariños... y hasta prontito.
Ro
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