el lado activo del infinito

jueves, 4 de diciembre de 2008

La savia del inquebrantable amor.

Se abrió una puerta. Del interior de la inconcencia, la sorpresa rebotó con el más puro desconcierto. Bajo la savia de un inquebrantable amor, la huída y la revelación de tu miedo perdido, me atajó por el mismo camino por el cual regresaba. Un rayo partió mi boca y los labios del alma se hundieron en un torbellino de pasión, mi cráneo retumbaba al son del desconcierto y el desgarro del corazón tornaba a la herida con la forma de tu adiós. Deseaba la eternidad del encuentro, de tu esquina enfrentada, infinita, mi desesperación por cruzar y buscarte; la ruta se hundía en nuestras manos bajo un secreto que amanecía cada noche, a cada paso tibio que se marcaba entre mis ojos. Lo eterno como deseo, tu ida marcada por el mismo destino que hacia mi te trajo. Intenté mover las montañas para que te quedaras, intenté bajar al cielo, ir más allá del amor y prometerte el mundo y el universo a tus pies. Nada funcionó. Todo carecía de un sentido si tu inmesidad era más que la de la montaña; tu vuelo, más allá del cielo; vos, el propio amor; infinita e incomprendida en un mundo tan voraz.

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