De aquella estación de amor, jamás olvidé la primera mirada. Sucumbieron mis retinas por la pura exclusividad de tus pasos suaves, cada centímetro de tu cuerpo era un nocibo aire de perdición. La sola presencia de tu alma, bastaba para iluminar los caminos y sus peldaños; nada fue tan sombrío como el adiós perpetrante de tu voz y mi perpleja mirada frente al asombro y la desaparición de la sorpresa cautiva.
el lado activo del infinito
sábado, 2 de agosto de 2008
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